Miras el ramo de margaritas, comprado para deshojarlas. Los pétalos de algunas yacen ya en el suelo, dicen no. Pero, sólo necesitas un sí, para aferrarte a una ilusión. Otro no, otro no y otro más. Pero sigues arrancando hojas.
Durante un rato, fijas tu mirada en la última margarita, mientras derramas una lágrima. Sí, no, sí, no...¡SÍ!
Durante un rato, fijas tu mirada en la última margarita, mientras derramas una lágrima. Sí, no, sí, no...¡SÍ!
Y entonces, sales a la calle, le ves y te atreves. Tan fácil, tan sencillo como que la margarita diga, sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario